“Cristina y Macri tienen que ser una etapa terminada” afirmó el ex presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Emilio Monzó, y disparó una catarata de opiniones a favor y en contra fundamentalmente desde su propio espacio político.
Si bien no fueron muchos los que salieron a respaldarlo, y la mayoría prefirió el silencio, las críticas más importantes provinieron desde dirigentes alineados al ala más dura del macrismo representados por algunos miembros de su gabinete como Patricia Bullrich, hoy presidente de PRO, y Hernán Lombardi, ex secretario de medios.
Sin embargo, sus dichos son apoyados por más del 70% de los dirigentes consultados por Sentido Común, quienes si bien critican o apoyan según su grado de cercanía personal o política con Monzó, la mayoría admite que ninguna de las dos figuras nombradas contribuyen ni como candidatos ni como líderes de sus espacios.
Para la oposición, el deshacerse del protagonismo de Macri es mucho más fácil y práctico que en el oficialismo, donde la actual vicepresidenta conduce la agenda pública del gobierno con sus cuestiones no resueltas del pasado y la proyección de figuras creadas por su decisión personal para el futuro.
Nadie quiere que lo tiren por la ventana, mucho menos si fue presidente.
En el caso de Macri, es él el que se niega a hacerse a un costado al presumir que son propios los porcentajes obtenidos en octubre pasado. No, no lo son. Ahí hay mucho más de anti kirchnerismo que de macrismo puro. En sus votos conviven radicales, liberales peronistas no K y personas deseosas por avanzar con algunos valores enarbolados por el inicial Cambiemos que por la figura del propio “Mauricio”.
“Ni Mauricio ni Cristina fueron figuras para que los echen como a un okupa cuando buena parte de todos los actores que los discuten tienen protagonismo porque lo acompañaron, con más o menos protagonismo”, dijo un analista cuando se lo consultó por el tema.
En el actual Frente de Todos, la mayoría incorporó el lema “Sólo con Cristina no alcanzaba pero sin ella no se podía”. Lo que sucede es que la vice empezó a ser el centro dentro del actual poder y desestabiliza la necesidad de autonomía de los dialoguistas para llegar a acuerdos más sencillos y prácticos.
A diferencia del peronismo, Juntos por el Cambio es una fuerza configurada por espacios sociales y políticos mucho más lejanos a los personalismos y al verticalismo. Cuando lo intentó, Macri fracasó. Y ese fracaso lo llevó a la derrota autoinfligida tras 2017.
En la lista de ofendidos por el proceso que llevó y sacó del poder a Juntos por el Cambio está Monzó, quien perdió todas las batallas por incorporar política y consensos a las decisiones centrales. Y hasta los que lo critican no caen en la cuenta que fue el propio Macri que, de apuro, citó a un entonces devaluado Miguel Angel Pichetto para que sea su compañero de fórmula. El ex senador era el conserje de esa gobernabilidad con el peronismo dialoguista en los que había gobernadores y muchos legisladores hasta que se diluyó.
Lo extraño es que en ese espacio estén tan enfrentados el ex titular de la Cámara y el intendente Jorge Macri, a quien jamás le permitieron tener un rol protagónico en el gobierno provincial ni nacional, a pesar de su experiencia política y territorial. En eso Vidal no fue tan diferente a Axel Kicilof.
Quizás por sus personalidades o porque ambos creían que tenían el mismo objetivo en la función pública, cada uno por su lado no hizo más que distanciarse. Las circunstancias no ayudan. Ahora pretenden lo mismo. Ambos quieren representar a Juntos por el Cambio en la Provincia de Buenos Aires. La abrumadora amenaza de nuevos porteños como Diego Santilli en la política provincial los podría habilitar a un nuevo café, aunque la interna radical los tenga separados por un rato.
Con urgencia, Alberto Fernández deberá tomar con cuidado los dichos de Monzó. Porque a medida que él se sintetice con Cristina Fernández, podría caberle las generalidades de la ley.
Fuente: Sentido Común