Durante los viajes por la ruta hay paradas que son obligadas como lo es «El Cruce de Balcarce», donde muchísimos viajeros frenan para comer los famosos sándwiches.
En la intersección de la ruta 226 y el acceso a la ciudad de Balcarce una lata gigante de Pepsi marca la entrada a la confitería “El Cruce de Balcarce”, famosa por sus sándwiches.
El negocio tiene 84 años y fue fundado por Miguel di Santis, quien en 1937 junto a su esposa Romiglia abrió allí un almacén de ramos generales. A Miguel un día se le ocurrió hacer sándwiches, empezó a hacerlos con galletas grandes que cortaba a la mitad, y cortaba el fiambre a cuchillo. Así comenzó la tradición del sándwich. Más tarde Miguel compró una máquina para cortar fiambre y el bar pasó a manos de su hijo, Juan Carlos.

Hoy en día la confitería está a cargo de Daniel quien está casado con la nieta del fundador. Respecto de la fama que alcanzaron los sándwiches, Daniel explica que el secreto es la calidad. “Eso decía mi suegro. Dale algo bueno y de calidad a la gente, que va a venir sola. La publicidad se hace de boca en boca”, destaca en relación al fiambre y al pan, que es tipo Felipe y lo compran en una panadería que lo hace exclusivamente para ellos. “Es una panadería artesanal con horno a leña y nos hace el tamaño justo, que queda bien, rico y sabroso”, indica y aclara que ese tipo de pan casi nadie lo pide porque “es pesado”. “Un 50% de la atracción del sándwich es el pan, que es crocante y tiene una miga suave”, resalta.
Los fiambres los compran desde hace 50 años en el frigorífico Vaes, aunque algunos también los consiguen en la zona. “Siempre que sea de buena calidad”, precisa. En tanto que el queso es marca Produlac, de Tandil.
Sobre la generosidad en el fiambre, Daniel no lo duda: “La cantidad fue idea del abuelo. Trabajamos como trabajaba él, con la misma presentación. Seguimos exactamente igual”, señala y agrega que la cantidad de fetas es “a ojo”. “Estamos tan acostumbrados, después de tantos años… Por ahí hay una feta más o menos. Si el cliente me dice ‘Buen día’, le pongo una más”, dice a modo de chiste.
A pesar de que “El cruce de Balcarce” es reconocido por sus sándwiches, Daniel reconoce que no tiene el número de cuántos prepara por día. “A veces llevo pan y no me alcanza, otras llevo y me sobra, y en ocasiones llega justo…no tengo un número. Hay días en los que hay más gente en la ruta y otras no hay nadie”.

Sobre el futuro de la confitería, Daniel, confiesa que no lo tienen resuelto: “No sabemos qué va a pasar. Con el negocio seguiremos hasta que nos dé el físico. Con mi señora somos la última generación que va a estar acá, porque mis hijos ya no estarán”, reflexiona y aclara que sus dos hijos se dedican a rubros distintos. Uno es ingeniero agrónomo y el otro es estudiante de arquitectura. “Es una vida muy sacrificada…son muchas horas”, admite.