“Viva la Santa Federación”, no fue una proclama a favor del Restaurador o un grito de guerra contra el salvaje centralismo porteño. Significó vivar a las Provincias Federales que surgieron a partir del acto heroico de los revolucionarios de Arequito (Santa Fe, 1820). Grandes hombres que soñaron con la construcción de una Patria.
La patria es la tierra, sus hombres de buena voluntad que la habitan, sus acervos, sus valores, su pasado, su presente y sus sueños; mucho más que un sentimiento irracional por el cual dieron sus vidas tan dignamente demasiados buenos argentinos.
Defender el Federalismo de la voracidad del Gobierno nacional sigue siendo nuestro deber, porque es defendernos a nosotros mismos y a los nuestros; alcanzar y sostener la Justicia Social de la que se ha desposeído impunemente a nuestros trabajadores, a los ancianos, a nuestros niños, a la familia. Estos derechos se defienden desde el Municipio, las Provincias y el pueblo organizado.
Mucho pueblo sufre en los brazos de la Patria, sin consuelo ni razón.
La comunidad nacional es un pueblo despojado de sus sueños y olvidadas sus esperanzas de una Nación Justa Libre y Soberana…Sometida a la subordinación de la neocolonialidad. Somos un Estado sin poder soberano, un proto-estado.
Nos quieren manso, y nos tienen manso. Un pueblo que lo hagan vivir del estado no merece ser llamado pueblo. Somos ¡Argentina!, carajo.
Peleemos por ORGANIZACIÓN, por un auténtico federalismo, por autonomías municipales y regionales. Nada sería igual si hubiéramos seguido las ideas de Artigas, Dorrego y Alem. Ellos, como tantos otros, reclamaban Federalismo y Municipalismo, ya que por razones de cercanía, hospitalidad, solidaridad, territorialidad e inmediatez, los desequilibrios y las desigualdades provinciales y municipales hubieran tenido respuestas inmediatas desde el Intendente o el Gobernador. Hasta la llegada del atlantista Mitre, estas provincias, conectadas al Pacífico, tenían un fuerte potencial económico, que les hubiera permitido un crecimiento equilibrado y armónico, en base a un genuino federalismo.

Hoy la realidad nos muestra a intendentes y gobernadores mendigando estérilmente, espoleados por legítimas demandas de sus municipios lo que por derecho propio les corresponde a sus pueblos, de una mayor coparticipación ante el gobierno central. Esto es resultado de la complicidad de algunos gobiernos de provincia que son compinches, y otros “arrodillidistas”, con este sistema que ha cancelado al federalismo.
“Obsérvese que una República Federativa es lo más quimérico y desastroso que pueda imaginarse, toda vez que no se componga de Estados bien organizados en sí mismos, porque conservando cada uno su soberanía e independencia, la fuerza del poder general con respecto al interior de la República, es casi ninguna, y su principal y casi todo, su investidura, es de pura representación para llevar la voz a nombre de todos los Estados confederados en sus relaciones con las naciones extranjeras…” Escrito de Juan M. de Rosas a Quiroga, nuestra primera Carta Fundacional de una Comunidad Organizada.
Luis Gotte
La trinchera federal