Hay autores que se atreven a desafiar los dictados de la tiranía global en asuntos que van desde la ingeniería social hasta la leyenda negra de la Iglesia y pagan por eso con el ostracismo. Quiénes son y qué opinan.
Las grandes editoriales les dan la espalda, por lo que deben pagar la impresión de sus libros y hasta ocuparse de la distribución, al costo, claro, de un menor alcance. También los medios masivos de comunicación los ignoran, y con ello la difusión de sus obras es más ardua y limitada. Y, sin embargo, excluidos del sistema, sepultados bajo el río impetuoso de voces que corre por unas redes sociales cada vez más censuradas y menos libres, ellos no se arredran e irrumpen con la sola fuerza de su discurso, que todavía se muestra desafiante, y que muchos encuentran, por eso mismo, como algo nuevo, fresco, antihegemónico.
Podría decirse que son escritores «incorrectos», a falta de una mejor definición. Antimodernos unos, antiglobalistas todos. Enfrentados a esa forma de tiranía global disimulada que, bajo la seducción de aumentar «derechos» y «libertades», introduce a diestra y siniestra un proceso de ingeniería social que pone en riesgo nuestro destino común. Un proceso que erosiona el legado moral de nuestros mayores y la tradición misma y, de a poco, va alumbrando una sociedad distinta a través del divorcio, la ideología de género, las uniones homosexuales, el aborto, el adoctrinamiento escolar y la reescritura del pasado. El objetivo de esta trituradora es remover los fundamentos cristianos de la sociedad para conseguir ese «hombre nuevo», aislado y uniformado.
No es casual entonces que estos escritores indómitos sean, también, católicos, si bien con sus divergencias y antagonismos.
Más cercanos al nacionalismo unos; más próximos al peronismo histórico los otros. Cristian Rodrigo Iturralde, Juan Carlos Monedero, Lucas Carena y Diego Mazzieri integran ese grupo diverso al que podrían agregarse otros nombres, como el del historiador Sebastián Miranda o el del doctor en Filosofía Política Pablo Muñoz Iturrieta.
Todos tienen menos de 45 años. Son parte de una generación que toma la posta de la resistencia y se trenza en la batalla cultural. Aquí, una breve presentación de ellos.
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Cristian Rodrigo Iturralde (Capital, 1979), historiador, conferencista, académico de número del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas y académico de número del Instituto Santiago de Liniers, se identifica con el nacionalismo católico y el conservadurismo.
Iturralde cuenta en una entrevista con La Prensa que empezó a escribir «por el vacío historiográfico» que encontraba en algunos temas y por «la ignorancia generalizada, incluso entre sectores personas que uno presuponía mejor informados».
En los primeros años se dedicó a investigar cuestiones ligadas a la historia hispano-católica, para luego dedicarse a desentrañar el fenómeno del peronismo desde una visión crítica, y por último el «marxismo cultural».
Fruto de esos estudios son sus siete títulos publicados hasta ahora. Entre ellos, La Inquisición: un tribunal de misericordia (Vórtice, 2011) y los dos tomos de 1492, fin de la barbarie y comienzo de la civilización en América (Grupo Unión Editorial, 2014 y 2016), títulos que le reportaron el mayor reconocimiento.
Otras de sus obras son El libro negro del INADI o la Policía del Pensamiento (Grupo Unión Editorial, 2015); El pacto Perón-Israel (y el presunto nazifascismo de Perón) (Grupo Unión Editorial, 2017); Perón. Retrato de un farsante. Verdad y realidad de un mito argentino (1943-1974) (Bella Vista Ediciones, 2018) y La Escuela de Frankfurt (y el inicio de la nueva izquierda) (Ed. Autor, 2021), cuya publicación se espera para estos días.
Iturralde, que en este momento está releyendo Marxismo y revolución, del contrarrevolucionario francés Jean Ousset, se propone a futuro «seguir desmontando los postulados contraculturales del progresismo».
En este sentido, observa que «el conocimiento de la Historia es fundamental, y ha sido un asunto bastante subestimado en el marco de la lucha cultural».
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Juan Carlos Monedero (que no debe ser confundido con el español homónimo, fundador de Podemos) es de los pocos que ha sido invitado a discutir sobre el aborto o las tomas de los colegios en un programa de televisión.
Monedero (Buenos Aires, 1985), licenciado en Filosofía, escritor, docente y conferencista, dice que empezó a escribir «porque es necesario decir la verdad en un mundo repleto de mentiras». Católico, nacionalista y antiglobalista, suele abordar a través de su página web y de las redes sociales asuntos muy variados: desde la apologética hasta la filosofía y de la Revolución Mundial Anticristiana -con sus tentáculos del aborto, la ideología de género y el relativismo- a la historia.
Tiene trabajos sobre el descubrimiento de América, las leyendas negras sobre la Iglesia, el peronismo y la década del 70, pero también se abocó a reflexionar, por ejemplo, sobre la crisis de la Iglesia posconciliar.
Ha publicado dos tomos del libro Lenguaje, Ideología y Poder (2015 y 2019), que tuvieron buena repercusión. Pero también cuenta a La Prensa que lo sorprendió «la resonancia que tuvo un artículo suyo en el que refutaba las falacias del filósofo kirchnerista Darío Z».
Pese al inmenso poder que enfrenta, no pierde la esperanza. «Soy heraclitano en ese sentido. Tengo mucha esperanza en que es posible hacer muchas cosas. La historia lo prueba: grandes imperios aparentemente invencibles terminan cayendo como castillos de naipes», dice, y señala que los cuestionamientos son cada vez más masivos porque los adversarios ya han cruzado la barrera de lo absurdo».
Monedero, que actualmente está leyendo Católicos y liberales en la generación del «80, de Néstor Auza, un libro que «explica cómo los liberales llevaron adelante políticas anticristianas a fines del siglo XIX, con Julio A. Roca a la cabeza», publicará en breve otros dos libros. Uno es su tesis de licenciatura en Filosofía en la que cuestiona el evolucionismo, y el otro es un libro crítico sobre la pandemia 2020: Argentina y el mundo bajo cuarentena, del cual ya inició la preventa.
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Lucas Carena (Rosario, 1979) se define como «un nostálgico, sumamente crítico del mundo moderno, que añora las épocas de gloria, épocas caballerescas, de yelmo, espada y broquel».
«Epocas de gallardía -dice a La Prensa-, en que las catedrales góticas eran catecismo de piedra. Donde la Historia era Magistra Vitae y los ancianos eran escuchados».
Orgulloso de su cuna católica, apostólica y romana, este profesor universitario, licenciado en Comunicación Social y Magister en Diseño de Estrategias de Comunicación, que ocupa también un cargo en la administración pública, se considera sin embargo «un autodidacta» y asegura que fue formado por maestros como Leonardo Castellani.
Carena tiene cuatro libros escritos. Todos -enfatiza- editados bajo un sello de goma creado por Pablo Dávoli y por él cuando juntos hacían el programa La Brújula que se emitía por el canal de Youtube TLV1.
Entre sus obras figuran La Guerra Invisible. Acción psicológica y revolución cultural (Ethos Guerrero, 2016, en coautoría con Pablo Davoli), el libro que más repercusión cosechó; Jesús Cristo Príncipe Hiperbóreo. Una visión teándrica de occidente y la cristiandad (2017), al que considera su mayor aporte; La conspiración de Medea. Aborto, eugenesia y Nuevo Orden Mundial (2018) y La leyenda del Perón excomulgado y otros cuentos de goril (hadas). Las relaciones Perón-Iglesia (2020).
Su preocupación ha girado en torno a la ingeniería social principalmente, un tema que aborda en su primer libro y en La conspiración de Medea , mientras que el volumen que escribió sobre Cristo lo ve como su aporte al revisionismo histórico. La leyenda de Perón…, en cambio, dice que es fruto de una disputatio en la que se vio envuelto con nacionalistas católicos.
Desconfiado de los holdings mediáticos, se vale de las redes sociales y escribe artículos periodísticos y académicos para los que quieran leerlo. «Las redes no alcanzan, pero expresan que la opinión pública no siempre es la opinión publicada y han marcado una agenda», atestigua.
Carena, que no se engaña sobre la gravedad de las cosas y entiende que estamos en tiempos parusíacos, se encuentra releyendo La Teogonía de Hesíodo («todo está en los clásicos», recuerda), mientras proyecta un quinto libro sobre teoría política.
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Diego Mazzieri (Rosario, 1988) es otro de los que empezó a escribir desde muy joven interesado en el revisionismo histórico y fastidiado con «la dictadura del pensamiento único y del pensamiento políticamente correcto».
Mazzieri es abogado, ensayista y ponente académico, con una maestría recién terminada en Defensa Nacional de la Undef. Fue jefe de despacho relator del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados de la Nación (2015-16) y hoy es abogado de la UOCRA y de OSPECON.
Católico y justicialista «en estricto sensu», según aclara, identificado con el peronismo histórico y objetado alguna vez por el kirchnerismo, dice guardar simpatías también por el pensamiento falangista de José Antonio Primo de Rivera.
El rango de temas del que se ha ocupado públicamente es amplio y va desde el revisionismo histórico al peronismo, de Malvinas a la geopolítica nacional o la defensa nacional, del sindicalismo y el movimiento obrero organizado a cuestiones de desarrollo local.
En sus intervenciones busca exponer esa dictadura del pensamiento que asocia, como buen peronista, con la «sinarquía internacional». Y suele batirse contra «el hedonismo, el relativismo, el individualismo y el antropomorfismo materialista a ultranza». El aborto es, para él, parte de una ofensiva «impulsada a diestra y siniestra por grandes poderes internacionales que al igual que en 1917, financian lo más reaccionario de la izquierda boba con la falsa dicotomía de una derecha que nada tiene que ver con la defensa de los valores occidentales», en aras de sus propios intereses. Pero en este caso cree que se trata de «una estocada contra la espiritualidad de nuestra nación».
Mazzieri lleva escritos tres libros: Ni Yanquis Ni Marxistas (Ediciones del Oeste, 2008); Fernando Iglesias- El perduelli (Ediciones Antisinárquicas, 2018); y el más reciente María Estela Martínez por Siempre de Perón (Ediciones Fabro, 2020), que se agotó de inmediato y atrajo la atención de Infobae, que le dedicó un puñado de artículos.
Mazzieri, que hoy está leyendo Vidas paralelas y Moralia, de Plutarco, está escribiendo la segunda edición ampliada de su biografía sobre María Estela de Perón. Por lo demás, está abocado a una tesis que está preparando sobre «la naturaleza jurídica de los kelpers que habitan las Malvinas Argentinas, con un estudio del derecho privado argentino, el derecho inglés, europeo y de gentes».
Iturralde, Monedero, Carena y Mazzieri podrán tener sus grandes diferencias, como de hecho saltan a la vista, pero son parte de una reacción que los mandarines de la cultura pretenden que no existe, mientras se esfuerzan por volverla invisible o ahogarla a toda costa.
En juego está el alma de las personas y el destino del país
Pese a sus divergencias, los cuatro autores consultados coinciden en que esta nueva forma de tiranía del pensamiento único pone en juego el destino de nuestra patria y, mientras algunos extienden ese peligro a la esfera interior de las personas, a otros les sugiere que estamos viviendo tiempos parusíacos, reflexiones, todas, que han sido cuidadosamente eliminadas ya hace tiempo de los medios.
Para Cristian Rodrigo Iturralde, lo que está en juego es «nada menos que la civilización occidental, eminentemente cristiana, y por lo mismo, nuestra patria, la vida de nuestras familias y de millones de nonatos».
Diego Mazzieri coincide: Es «el pensamiento crítico y libre de sus habitantes, la integridad territorial de nuestra nación y sus valores culturales, históricos y educacionales» lo que está en riesgo.
«Desgraciadamente -dice-, auguro tarde o temprano una inexorable balcanización y sedición de territorios nacionales, impulsada por los grandes consorcios internacionales».
Para Juan Carlos Monedero es «en primer lugar, el alma, el destino eterno de las personas, la eternidad en el Cielo o en el Infierno, y en segundo lugar, la existencia misma de las naciones, sus instituciones básicas (familia, escuela, FF.AA. y de Seguridad), su bienestar material básico, su virtud».
«Si hemos llegado al punto en que se consienten las usurpaciones de terreno, se promueve el aborto, se presiona a mujeres pobres para abortar, es que está en juego todo lo que existe», enfatiza. «Es una guerra total, vienen por todo, y la respuesta debe ser de la misma entidad que el ataque. Esto lo aprendí del Cardenal Pie, citado frecuentemente por el R.P. Alfredo Sáenz».
Para Lucas Carena, «es la cultura, son las tradiciones y las identidades de los pueblos, la familia y las generaciones venideras».
Pero «los globalistas se las ingenian para seguir instalando a través de los medios hegemónicos y los partidos políticos plutocráticos un falso antagonismo entre izquierdas y derechas».
Hay, dice, «un eje vertical que queda así eclipsado por esta dictadura de neoliberales y progresistas, libertarios y socialdemócratas, que conforman el eje horizontal y coluden en agendas que son impuestas desde afuera. Unos, haciendo énfasis en la libertad individual, combatiendo al estatismo y al colectivismo; los otros, acentuando la igualdad. Pero todos ellos, con una agenda común internacionalista, digitada por los mismos operadores y lobistas».
«Y es muy difícil fracturar este esquema», prosigue Carena. «Porque la gente, en general, no puede ver el verdadero origen de sus problemas, ni identificar a sus enemigos ideológicos. Inmersos y engañados en el eje izquierda-derecha, piensan con categorías obsoletas, vetustas, del siglo XVIII».
«Entonces el laburante -dice-, por dar un ejemplo económico, que no llega a fin de mes y paga impuestos confiscatorios, cree que el enemigo es el Estado, y el marginado que no estudia ni trabaja, que vive de un plan social, cree que el dueño de una pyme es un «cerdo capitalista burgués», y que sólo le queda seguir cortando calles y golpear las puertas de la Casa de Gobierno».
El aborto es parte de esa agenda foránea, de despoblación mundial, impulsada aquí a diestra y siniestra, que todos estos autores han denunciado y por la cual se han movilizado.
«Que el aborto se haya institucionalizado y legalizado es signo manifiesto de una corrupción moral inaudita y de la destrucción de una civilización», opina Iturralde, que se enfoca en el marxismo cultural y «en las corrientes y denominaciones inmanentistas, especialmente de signo anticatólico».
Para Mazzieri, el debate sobre el aborto «es la cabal demostración de que el pueblo no delibera ni gobierna, y por desgracia, la mayoría de los representantes no obran acorde al sentir de las mayorías. Es decir que no son representantes».
A.D.B
Fuente: La Prensa