Los señores Adam Smith y John Locke, por lo que sabemos, son los padres del liberalismo, el primero del económico y el segundo del político.
Carlos Marx y Friedrich Engels lo son del marxismo. El primero su teórico y el segundo su financista.
Estas ideologías tienen mucho en común. Doblegan y corrigen pautas humanas. Orientan y dan rumbo a las decisiones, conductas, comportamientos y emociones propias del Hombre. Si bien el liberalismo tiene como idea rectora la LIBERTAD y el marxismo la IGUALDAD, ambas intentan encastrarlo en sus propios lineamientos ideológicos.
El libre albedrío, la voluntad de decidir, la conciencia para actuar no tiene relevancia para estos posicionamientos.
La libertad como valor absoluto no existe, es bien cierta. Sí existe la libertad, la voluntad y la conciencia condicionadas por el medio cultural. Es ella, la CULTURA, la que marca la diferencia entre los pueblos. Ni su economía ni su política.
Nuestro país es parte integrante de un entramado cultural más amplio y cuya matriz está dada por el concepto de HISPANIDAD.
Este universo cultural, que llamamos HISPANOAMÉRICA, es muy diferente al anglo-franco-germano.
Europa construye sus teorías políticas, económicas, y aún filosóficas, desde plataformas históricamente imperialistas, y desde sub-plataformas como el nacionalismo reaccionario. Copiar estos modelos, proyectar sus ideas ideológicas, económicas y políticas en nuestras tierras, en nuestras culturas, es confundir a nuestros pueblos, desorientarlos, llevarlos a una tragedia. Es apartarlos en el camino de su LIBERACIÓN de este neocolonialismo.
El liberalismo no ha cambiado su matriz, su plataforma sigue siendo el mercado. En cuanto al marxismo fue mutando ante su fracaso en el mundo, fue variando sus dogmas. Y el nacionalismo europeo es simplemente una reacción tardía que buscan glorias pasadas, desilusionados por las pocas ventajas que les ha dado la globalidad.
Estas posiciones repercuten en nuestras tierras como herramientas (y no como plataformas) de confrontación y enfrentamientos, de división y distracción, impidiendo nuestra unidad desde proyectos propios, para el desarrollo integral de nuestras naciones.
Estas ideologías europeas atraviesan todo el campo de las ciencias humanas, desde la filosofía a la sociología, desde la antropología a la historia. No permitiendo desarrollar nuestras propias teorías que nos interpreten como hispanoamericanos. No solo somos materia o espíritu, somos más que eso. Somos materia, espíritu y tierra. Esta última es la que nos condiciona en el actuar, en el decidir, en el pensar, en el pelear en su defensa…así como defendemos a nuestras Patrias…defendemos a la MADRE TIERRA.
Así como el condicionante para el liberalismo es el mercado, para el marxismo lo fue la lucha de clase…para nosotros es la TIERRA.
Al defender la tierra, defendemos sus recursos: el agua, sus minerales, su fertilidad. Todo lo que hay por debajo de ella, todo lo que hay por encima de ella. Porque todo nos es prestado por ella, nos es dado para una vida digna y que debemos devolver para que sea dado, preservando su estado para que siga cumpliendo su ciclo con nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.
Sin embargo, la Europa liberal y sus círculos de intelectuales marxistas elaboraron una categoría de pensadores para nuestras tierras: LOS MALDITOS. Lo que implica que deben ser olvidados, desterrados de nuestra memoria histórica, tergiversadas sus ideas, manipuladas sus acciones. Y si hay que mentir se miente, al decir del historiador, político y ex presidente argentino Bartolomé Mitre.
Y así nuestras escuelas se fueron vaciando de ideas-fuerzas para construir una plataforma de pensamiento hispanoamericano. Se han perdido para siempre José Artigas y Felipe Varela y su idea de Patria Grande; José Martí y Manuel Ugarte y la idea de una segunda independencia; las de José Vasconcelos y la raza cósmica; el nacionalismo del boliviano Carlos Montenegro y el mexicano Lázaro Cárdena; Rodolfo Kusch y Jorge Rulli en la defensa de la tierra…y las del Justicialismo que es una síntesis de todo aquello.
La Hispanidad, por historia y procedencia, debe ser la plataforma de unidad y organización de nuestros pueblos. Pero sin embargo es la herramienta de la fragmentación y la desunión. La Hispanidad debiera ser nuestra montura hacia el CONTINENTALISMO de nuestras patrias para enfrentar la idea panamericanista de los Estados Unidos del Norte y frenar el Imperialismo económico y cultural de la globalización que se impone a los golpes.
Hoy, estas concepciones hegemónicas van deshumanizando al hombre, lo van fragmentando para convertirlo solo en una simple unidad de consumo y a nuestras tierras, en tierra arrasada.
Tenemos el deber histórico de reconstruir la Hispanidad, por nosotros, por nuestros hijos, por la memoria de nuestros abuelos y por un mejor futuro.
Luis Gotte
la pequeña trinchera