La apatía electoral marca las elecciones provinciales y expone una crisis de representación

Las recientes elecciones en Chaco, Jujuy, Salta y San Luis dejaron al descubierto una preocupante tendencia: la participación ciudadana sigue en retroceso y refleja una creciente desconexión entre la sociedad y el sistema político. En estos cuatro distritos, el porcentaje de votantes disminuyó de manera significativa en comparación con comicios anteriores. En Chaco, solo el 52% del padrón se presentó a votar, lo que representa una caída de 14 puntos respecto a las legislativas de 2021. En San Luis, la baja fue del 12,5%. Jujuy y Salta también registraron descensos, cercanos al 5%, y en esta última se trató de la segunda participación más baja desde el retorno de la democracia en 1983.

Este fenómeno no se limita a estas provincias. En Santa Fe, por ejemplo, hace apenas semanas se vivió una elección histórica por la escasa concurrencia: solo votó el 55,6% del electorado, el nivel más bajo en décadas. Para el consultor Gustavo Zubán, el gran perdedor de este escenario es el sistema político en su conjunto. “Hay un proceso profundo de fragmentación territorial y una pérdida de cohesión nacional de los partidos tradicionales”, señaló. Esta desarticulación debilita la representación política y deja al sistema sin un rumbo claro.

Desde la mirada del politólogo Pablo Salinas, el actual nivel de desconexión es aún más grave que el que se vivió durante la crisis del 2001. Según él, la abstención no solo expresa enojo con los candidatos, sino un cuestionamiento directo al sistema democrático. Por su parte, Sebastián Galmarini, director del Banco Provincia, advierte que la baja participación no es el único síntoma preocupante. Para él, la desaparición de partidos nacionales en distritos clave refleja una crisis aún más profunda: “La política se ha convertido en una suma de agrupaciones locales sin capacidad de articular un proyecto nacional”, afirmó.

A este panorama se suma la fragmentación generada por los desdoblamientos electorales, que tienden a desconectar las disputas provinciales de los debates nacionales. En muchos casos, esta estrategia busca proteger a oficialismos locales, pero termina debilitando la idea de un proyecto político común.

Facundo Cruz, consultor y codirector del Centro de Investigación para la Calidad Democrática, explicó que la caída en la participación no es nueva ni exclusiva de este ciclo. “Desde 1983, cada década muestra una baja de alrededor de cinco puntos. Hoy, una elección con 65% de participación es considerada aceptable”, señaló. Aunque la cantidad nominal de votantes crece, el padrón lo hace a mayor velocidad, lo que produce este efecto de caída porcentual.

En definitiva, la crisis de representación, el desencanto económico y el repliegue territorial de los partidos han creado un escenario donde la apatía se impone y la política pierde su poder de convocatoria. Las próximas elecciones, incluida la que se celebrará en la Ciudad de Buenos Aires, estarán bajo la lupa, con el interrogante abierto sobre si esta tendencia se profundizará aún más.

Autor